Durante la última década del siglo xx surgió la idea de crear un espacio de difusión cultural e intercambio entre México y algunos países del continente asiático.
Con la idea de reducir
la visión exótica y etnocéntrica que hay en México al referirse a lo que muchos
llaman “el Oriente” y fomentar un pensamiento más objetivo de personas en un
contexto de igualdad, el proyecto fue tomando forma desde 1998, y finalmente,
en febrero de 2003, se dio inicio de manera oficial a la Asociación Cultural
para la Investigación sobre Asia (acia).
¿Por
qué acia, con “c”? Porque la idea central de este proyecto es
reescribir nuestro concepto de “los otros”, y así poder conocernos mejor a
nosotros mismos. Es decir, volver a escribir lo que ya creíamos saber y ser
genuinos.
Desde
entonces se han ido 520 sábados de clases con la convicción de que, para
conocernos, lo mejor es hablarnos y leernos directamente, sin intermediarios
como el inglés o el francés.
Sería
muy difícil narrar estos 10 años. Hablamos de casi 2,000 matrículas expedidas,
cerca de 18,000 horas de clase y lo que no se puede enumerar: el entusiasmo de
tantas almas que han pasado por nuestras pequeñas aulas y la magia de hacer lo
que nos gusta. Cada quien tiene algunos fragmentos de este sueño.
Unas
sillas de segunda mano y un pequeño salón de clases bastaron en un principio
para que algunos valientes creyeran en nosotros y se inscribieran a nuestros
cursos. Algunos de ellos están usando lo que aprendieron en la acia en su vida actual. En
qué país viven, en qué empresa trabajan, con quién se casaron, en qué lugares
estuvieron y qué personas estuvieron cerca del nacimiento de sus hijos...,
¿cuántas de esas historias comenzaron en nuestras aulas?
Llega
el décimo aniversario y lo recibimos en medio de una multitud de voces y
proyectos que necesitan más y más espacios para expresarse y desarrollarse. A
la acia le queda muy poco tiempo para voltear a ver atrás.
Pareciera que falta mucha más infraestructura para atender a cada voz, que
falta más tiempo para canalizar tanta riqueza de ideas y propuestas en nuestros
cuatro departamentos: la escuela, la biblioteca, el boletín y la librería. De
un sueño, se está convirtiendo en una responsabilidad cada vez mayor ante la
gran expectativa de la tan plural juventud mexicana que a su vez está cambiando
aceleradamente.
Creímos
que serían pocas las personas que se acercarían a una idea como ésta, pero hoy
sentimos que el alcance de este proyecto es mayor de lo que sospechábamos. La acia ya no es la idea de una
persona, sino de un equipo que busca dar un mejor servicio cada día. Dedicamos
toda la capacidad grupal a corresponder a tantas expectativas e innovar en
proyectos académicos y educativos.
La nueva generación está marcando una ruta que nos hace
sentir que tal vez vayamos por el camino correcto, y que nada de la experiencia
recabada a lo largo de estos 10 años nos sale sobrando. La respuesta la dará el
tiempo. La historia de la acia
se ha escrito con huellas de muchos zapatos, pero la verdad es que esto apenas
comienza.